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martes, 8 de diciembre de 2009

Saltar

Aquel día amaneció igual que todos. Monótono. Era increíble porque había olvidado su rutina para descansar un poco la mente, pero aun así los días le parecían monótonos, grises, aburridos...
Aquel día repitió con exactitud todos los movimientos habituales: servirse el desayuno, dar los buenos días, lanzar una sonrisa...
Dedició salir al mar para dar un paseo o pasarlo bien, pero la multitud con sus neveras, sombrillas y toallas, acaparaban aquella maravillosa playa...
Comenzó a andar, con aquellos extraños hacia otra zona de la playa. Lo que único que pensaba era lo aburrido que era andar y sólo ver arena, y mar, y arena, y mar...
Cuando estaba decidido a volver, miró y lo vio...
"Tal vez..." se dijo a sí mismo. Se acercó y lo miró. Retrocedió. Volvió a mirar. Respiró. Sentía latir su corazón. Empezaba a...¡no podía ser!
Entonces lo hizo. Como si fuera un ave, planeó unos instantes sobre aquel agua cristalina. Mientras caía y ganaba velocidad, sentía como sus males se espantaban...
Estrepitosamente notó como el agua le mojaba el cuerpo, como seguía cayendo, como le iba faltando el aire...
Y como un delfín, saltó hacia arriba, impulsado por algo que no sabía que era y...¡respiró!
Mientras nadaba hacia la orilla sentía su corazón y sus pulmones: ¡se sentía vivo! Nadó hacia la orilla y corrió hacia casa...Mientras corría no le importaba el esfuerzo, la gente no le molestaba y le parecía agradable, quería conocerlos, la arena era suave y fina, el agua cálida y agradable, olía a mar...¡había vuelto a nacer!
Y desde entonces ve el mundo con otros ojos...
Porque a veces, cerramos los ojos creyendo que cuando volvamos a abrirlos, nuestros males se habrán ido...y no es así; hay que atreverse a mirar, a cambiar los ojos...¡hay que atreverse a saltar!

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